En mi camino por los diferentes rincones de Caracas, me he topado con diferentes escenarios en donde la locura, el espectáculo y las diferentes facetas de la gente juegan un papel importante.
Particularmente, hoy, mientras atravesaba la plaza que lleva el nombre del libertador, Simón Bolívar, unos gritos se escuchaban a lo lejos, gritos que reflejaban a un hombre mayor con una rabia que no se podía guardar para sí. Caminando me acerqué al lugar donde se presentaba el hecho; ví a un hombre barriendo la plaza y a este señor gritandole, indignado, porque no lo dejaba predicar la palabra justamente en ese trozo de cerámica donde la escoba hacía su trabajo; lo llamo demonio, hombre de poca fé entre otros calificativos que por estar en horario supervisado no los diré.
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